RAÚL ALFONSÍN
CUANDO SE LE PLANTÓ A REAGAN
SOBRE INTERVENCIÓN EN NICARAGUA
El 19 de marzo de 1985, en los jardines de la Casa Blanca, el entonces presidente Raúl Alfonsín protagonizó un duelo verbal histórico con Ronald Reagan. Allí improvisó un discurso para responder al de Reagan, que pidió “sanear” la economía y seguir el camino estadounidense, y defendió el intervencionismo de su país en Centroamérica.
“Nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho. Esto nos iguala. Pero el hombre para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos sino que tiene que tener la posibilidad de una vida decorosa y digna”
DISCURSO COMPLETO DE RAÚL ALFONSIN EN CASA BLANCA
“Nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho. Esto nos iguala. Pero el hombre para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos sino que tiene que tener la posibilidad de una vida decorosa y digna”
DISCURSO COMPLETO DE RAÚL ALFONSIN EN CASA BLANCA
Señor Presidente, deseo empezar mis palabras agradeciendo muy sinceramente la cálida recepción que hace usted al presidente de los argentinos y su comitiva. Es realmente importante, usted lo ha señalado, que esta entrevista que vamos a realizar se dé en circunstancias precisamente donde una verdadera ola de democratización avanza sobre América latina.
Esa es nuestra esperanza, señor Presidente, que los pueblos de América latina gocen de las libertades,de las prerrogativas del respeto a los derechos esenciales que, desde siempre, goza el pueblo de Estados Unidos.
Eso fue lo que quisieron, por otra parte, nuestros padres fundadores,los de Estados Unidos y los de la Argentina. Por esto lucharon los hombres que nos dieron la independencia. Desde Washington en el Norte y San Martín en el Sur.
Por eso también ha señalado acertadamente, señor Presidente,la necesidad de acompañar estos procesos de democracia con realizaciones tangibles en el campo económico que permitan a las democracias nuevas dar respuestas cabales a los requerimientos de las democracias sociales.
Es por eso que al lado de la esperanza está el temor en América latina. El temor que nace de comprender que hay expectativas insatisfechas en nuestros pueblos, que las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico; una deuda que en mi país casi llega a los 50.000 millones de dólares y en América latina en su conjunto está en alrededor de 400.000 millones de dólares, y esto conspira contra la posibilidad de desarrollo, crecimiento y justicia.
Esta es, sin duda, una de las grandes diferencias entre nuestros dos países. Nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho. Esto nos iguala.
Pero el hombre, señor presidente, para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos y prerrogativas individuales, sino que tiene que tener la posibilidad de vivir una vida decorosa y digna.
Por eso es que en toda América latina estamos dispuestos a gobernar con la austeridad que demanda la hora y hacer los ajustes necesarios para superar los escollos de la economía.
Pero no podemos hacer ajustes que recaigan sobre los que menos tienen.
Es distinto el problema en los países desarrollados donde los sectores del trabajo reciben más del 50% del ingreso nacional, y en nuestros países no llegan al 40
por ciento. Pretender de nuestro pueblo, en esos sectores, un esfuerzo mayor, sin duda alguna es condenarlo a la marginalidad, a la extrema pobreza, a la miseria.
La consecuencia inmediata sería que los demagogos de siempre buscarán en la fuerza de las armas satisfacciones que la democracia no ha podido dar.
Es por eso, señor presidente,que para mí ha sido muy importante escuchar sus palabras de bienvenida donde manifiesta la comprensión cabal de nuestros problemas. Estoy persuadido de que no puede ser de otra manera; estoy convencido de que Estados Unidos, por otra parte, comprende que la seguridad del hemisferio está íntimamente vinculada con el desarrollo de la democracia en nuestro continente y es por eso que abrigo las más grandes esperanzas acerca del diálogo que vamos a mantener; vamos a hablar del presente y del futuro; vamos a hablar dos presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos; vamos a tocar, sin dudas, los temas bilaterales y también los que hacen a nuestro continente en su conjunto y no estará ajeno a nuestro diálogo el tema de América Central y Nicaragua.
Estoy convencido de que a través del diálogo se podrán encontrar fórmulas de paz sobre la base del respeto al principio que hace al derecho consuetudinario americano de no intervención, donde exista la posibilidad de lograr el triunfo de las ideas de la democracia y el pluralismo de la democracia, sin injerencias extracontinentales y afirmando, desde luego, la libertad del hombre"
Esa es nuestra esperanza, señor Presidente, que los pueblos de América latina gocen de las libertades,de las prerrogativas del respeto a los derechos esenciales que, desde siempre, goza el pueblo de Estados Unidos.
Eso fue lo que quisieron, por otra parte, nuestros padres fundadores,los de Estados Unidos y los de la Argentina. Por esto lucharon los hombres que nos dieron la independencia. Desde Washington en el Norte y San Martín en el Sur.
Por eso también ha señalado acertadamente, señor Presidente,la necesidad de acompañar estos procesos de democracia con realizaciones tangibles en el campo económico que permitan a las democracias nuevas dar respuestas cabales a los requerimientos de las democracias sociales.
Es por eso que al lado de la esperanza está el temor en América latina. El temor que nace de comprender que hay expectativas insatisfechas en nuestros pueblos, que las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico; una deuda que en mi país casi llega a los 50.000 millones de dólares y en América latina en su conjunto está en alrededor de 400.000 millones de dólares, y esto conspira contra la posibilidad de desarrollo, crecimiento y justicia.
Esta es, sin duda, una de las grandes diferencias entre nuestros dos países. Nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho. Esto nos iguala.
Pero el hombre, señor presidente, para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos y prerrogativas individuales, sino que tiene que tener la posibilidad de vivir una vida decorosa y digna.
Por eso es que en toda América latina estamos dispuestos a gobernar con la austeridad que demanda la hora y hacer los ajustes necesarios para superar los escollos de la economía.
Pero no podemos hacer ajustes que recaigan sobre los que menos tienen.
Es distinto el problema en los países desarrollados donde los sectores del trabajo reciben más del 50% del ingreso nacional, y en nuestros países no llegan al 40
por ciento. Pretender de nuestro pueblo, en esos sectores, un esfuerzo mayor, sin duda alguna es condenarlo a la marginalidad, a la extrema pobreza, a la miseria.
La consecuencia inmediata sería que los demagogos de siempre buscarán en la fuerza de las armas satisfacciones que la democracia no ha podido dar.
Es por eso, señor presidente,que para mí ha sido muy importante escuchar sus palabras de bienvenida donde manifiesta la comprensión cabal de nuestros problemas. Estoy persuadido de que no puede ser de otra manera; estoy convencido de que Estados Unidos, por otra parte, comprende que la seguridad del hemisferio está íntimamente vinculada con el desarrollo de la democracia en nuestro continente y es por eso que abrigo las más grandes esperanzas acerca del diálogo que vamos a mantener; vamos a hablar del presente y del futuro; vamos a hablar dos presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos; vamos a tocar, sin dudas, los temas bilaterales y también los que hacen a nuestro continente en su conjunto y no estará ajeno a nuestro diálogo el tema de América Central y Nicaragua.
Estoy convencido de que a través del diálogo se podrán encontrar fórmulas de paz sobre la base del respeto al principio que hace al derecho consuetudinario americano de no intervención, donde exista la posibilidad de lograr el triunfo de las ideas de la democracia y el pluralismo de la democracia, sin injerencias extracontinentales y afirmando, desde luego, la libertad del hombre"
Raúl Alfonsín
Alfonsín
Escribe Pepe Eliaschev
Las necrológicas dan por cierto que alguien murió. Yo no sé hoy si éste es el caso. En rigor de verdad, todo lo que digo lo podría decir ahora como lo podría haber dicho antes, como lo podría decir mañana.
El me hizo volver. Cuando ganó, me di cuenta de que mi exilio había terminado. Me di cuenta de que si hubieran ganado los otros, los peronistas, hubiera habido autoamnistía de los militares. No hubiera habido juntas militares juzgadas. Por eso, cuando ganó, asumió el poder y lo primero que hizo fue juzgar a las juntas, me dí cuenta de que la larga década del exilio llegaba a su fin.
Y cuando ya estuvimos acá, me sacó a la calle. Raúl Alfonsín convocó a la gente a la Plaza de Mayo cuando a la República la acechaba un golpe militar de ultraderecha, un golpe militar que cosechaba solidaridades imprevisibles. Afortunadamente, el país democrático, incluyendo muchos notables justicialistas, se agrupó en el balcón de la Casa Rosada para detener la asonada golpista.
Es el hombre que me costó entender, como a tantos coetáneos. Lo hablé entonces, y lo hablé luego muchísimas veces, cara a cara y a solas con él, mirándolo a los ojos, así como él siempre me ha sostenido la mirada. "¿Por qué lo hizo?", le preguntaba. Jamás me hubiera sido posible tutearlo. Siempre le he dicho "Doctor". Porque es un doctor. Siempre le he dicho "Doctor Alfonsín".
Estaba convencido, y siguió convencido hasta último momento, que era indispensable evitar el derramamiento de sangre. El sabía, y él lo supo en Campo de Mayo, que si algún tipo de gesto la democracia no producía, lo que se había conquistado, lo que se había recuperado, se desintegraría.
Me costó también entenderlo cuando pactó. ¿Por qué lo hizo? Muchos se lo preguntamos. Con una paciencia infinita, Alfonsín lo explicó una y otra vez, y encima lo dejó por escrito en un libro formidable e imprescindible para los jóvenes, que se llama "Memoria política". Estaba convencido de que era la única manera de encuadrar a un hombre cuyo apetito de poder era voraz, Carlos Menem.
Pero Alfonsín también es el hombre que transgredió. Transgredió mucho más de lo que muchos imaginan, en un momento en donde nadie transgredía nada. Por eso fue combatido por izquierda y por derecha. Por eso desde la izquierda lo corrían con el Fondo Monetario Internacional, y hubo un grupo de alucinados demenciales, finalmente homicidas, que fue a por un cuartel, dejando un saldo de 40 muertos.
Pero la derecha lo odiaba. La Sociedad Rural le dio vuelta la cara en Palermo. La Iglesia Católica Apostólica Romana, aún cuando había gente de probada convicción católica en el gobierno de Alfonsín, le hizo la vida imposible con la Ley de Divorcio, que hoy es prácticamente una antigualla.
Le cantó las cuarenta en la cara a Ronald Reagan en los jardines de la Casa Blanca, por eso fue recelado. Porque la política exterior de Alfonsín propugnaba la paz en Centroamérica. Estaba en contra del intento subversivo contra la Nicaragua sandinista. Argentina fue un país clave en el Grupo Contadora.
Es el hombre que se ha jugado por el sistema, siempre. Tuvo muy en claro que lo único que no era negociable era la democracia y la separación de poderes. Por eso, cuando en el '89 el peronismo vociferaba "Cuando usted disponga, ahí llegamos", prefirió irse antes, y evitar que estallara el país. Pidió diálogo en todo momento, y a menudo no lo consiguió, sobre todo en los últimos años.
Hace mucho tiempo que Raúl Alfonsín es un indispensable. Un hombre que por méritos propios, por tenacidad, por patriotismo y por nobleza personal, tenía y tiene la talla de un estadista. El pensó, y sabía, que la Argentina tenía que salir de la capital federal en algún momento. Por eso habló de Viedma. Lo calificaron de loco, de alucinado, de psicópata: "¿Trasladar la capital?". No se equivocaba: hoy, como ayer, como mañana, seguirá siendo estratégico. Por eso hizo un Congreso Pedagógico, porque consideraba que era indispensable debatir a fondo, qué educación queremos para los chicos.
Y sobre todo, es el hombre que, a 72 horas de haber asumido la presidencia de la Nación, con las Fuerzas Armadas intactas, con los servicios de inteligencia de las juntas intactos, con la entera estructura del genocidio en su lugar, firmó el decreto de enjuiciamiento a las juntas militares y también a las cúpulas de las organizaciones guerrilleras. Todos ellos tuvieron la posibilidad de defenderse. La Justicia, con enorme rapidez, pese a que apenas hacía horas habíamos salido de la dictadura, terminó con el paradigmático Nunca Más, un ejemplo para el mundo, un caso sin precedentes.
No descolgó cuadros del Colegio Militar, no vociferó contra gente impotente, no cazó leones en el zoológico. Por eso, así lo trataron los carapintadas.
Este es el Alfonsín que yo recuerdo.
El que siempre recordaré.
Un hombre de una infinita bondad.
Un hombre que me hizo volver, a mí, y a mis seres queridos.
El hombre que fundó la democracia argentina.
El hombre al que no quisieron escuchar los actuales gobernantes, cada vez que les pidió que se bajaran de la soberbia y que aprendieran a dialogar.
Con Alfonsín o sin Alfonsín, aunque estará siempre con nosotros, ojalá que los que ahora tienen poder aprendan la lección y se bajen del caballo.
Y aprendan que un estadista es un hombre que hizo, que dijo y que dejó, lo que hizo, dijo y dejó Raúl Alfonsín.
* Publicada 1/04/09 en Perfil.
UN RECUERDO SIMPÁTICO
ALFONSÍN CON GUINZBURG
http://www.youtube.com/watch?v=1aPXWBqEge4
Escribe Pepe Eliaschev
Las necrológicas dan por cierto que alguien murió. Yo no sé hoy si éste es el caso. En rigor de verdad, todo lo que digo lo podría decir ahora como lo podría haber dicho antes, como lo podría decir mañana.
El me hizo volver. Cuando ganó, me di cuenta de que mi exilio había terminado. Me di cuenta de que si hubieran ganado los otros, los peronistas, hubiera habido autoamnistía de los militares. No hubiera habido juntas militares juzgadas. Por eso, cuando ganó, asumió el poder y lo primero que hizo fue juzgar a las juntas, me dí cuenta de que la larga década del exilio llegaba a su fin.
Y cuando ya estuvimos acá, me sacó a la calle. Raúl Alfonsín convocó a la gente a la Plaza de Mayo cuando a la República la acechaba un golpe militar de ultraderecha, un golpe militar que cosechaba solidaridades imprevisibles. Afortunadamente, el país democrático, incluyendo muchos notables justicialistas, se agrupó en el balcón de la Casa Rosada para detener la asonada golpista.
Es el hombre que me costó entender, como a tantos coetáneos. Lo hablé entonces, y lo hablé luego muchísimas veces, cara a cara y a solas con él, mirándolo a los ojos, así como él siempre me ha sostenido la mirada. "¿Por qué lo hizo?", le preguntaba. Jamás me hubiera sido posible tutearlo. Siempre le he dicho "Doctor". Porque es un doctor. Siempre le he dicho "Doctor Alfonsín".
Estaba convencido, y siguió convencido hasta último momento, que era indispensable evitar el derramamiento de sangre. El sabía, y él lo supo en Campo de Mayo, que si algún tipo de gesto la democracia no producía, lo que se había conquistado, lo que se había recuperado, se desintegraría.
Me costó también entenderlo cuando pactó. ¿Por qué lo hizo? Muchos se lo preguntamos. Con una paciencia infinita, Alfonsín lo explicó una y otra vez, y encima lo dejó por escrito en un libro formidable e imprescindible para los jóvenes, que se llama "Memoria política". Estaba convencido de que era la única manera de encuadrar a un hombre cuyo apetito de poder era voraz, Carlos Menem.
Pero Alfonsín también es el hombre que transgredió. Transgredió mucho más de lo que muchos imaginan, en un momento en donde nadie transgredía nada. Por eso fue combatido por izquierda y por derecha. Por eso desde la izquierda lo corrían con el Fondo Monetario Internacional, y hubo un grupo de alucinados demenciales, finalmente homicidas, que fue a por un cuartel, dejando un saldo de 40 muertos.
Pero la derecha lo odiaba. La Sociedad Rural le dio vuelta la cara en Palermo. La Iglesia Católica Apostólica Romana, aún cuando había gente de probada convicción católica en el gobierno de Alfonsín, le hizo la vida imposible con la Ley de Divorcio, que hoy es prácticamente una antigualla.
Le cantó las cuarenta en la cara a Ronald Reagan en los jardines de la Casa Blanca, por eso fue recelado. Porque la política exterior de Alfonsín propugnaba la paz en Centroamérica. Estaba en contra del intento subversivo contra la Nicaragua sandinista. Argentina fue un país clave en el Grupo Contadora.
Es el hombre que se ha jugado por el sistema, siempre. Tuvo muy en claro que lo único que no era negociable era la democracia y la separación de poderes. Por eso, cuando en el '89 el peronismo vociferaba "Cuando usted disponga, ahí llegamos", prefirió irse antes, y evitar que estallara el país. Pidió diálogo en todo momento, y a menudo no lo consiguió, sobre todo en los últimos años.
Hace mucho tiempo que Raúl Alfonsín es un indispensable. Un hombre que por méritos propios, por tenacidad, por patriotismo y por nobleza personal, tenía y tiene la talla de un estadista. El pensó, y sabía, que la Argentina tenía que salir de la capital federal en algún momento. Por eso habló de Viedma. Lo calificaron de loco, de alucinado, de psicópata: "¿Trasladar la capital?". No se equivocaba: hoy, como ayer, como mañana, seguirá siendo estratégico. Por eso hizo un Congreso Pedagógico, porque consideraba que era indispensable debatir a fondo, qué educación queremos para los chicos.
Y sobre todo, es el hombre que, a 72 horas de haber asumido la presidencia de la Nación, con las Fuerzas Armadas intactas, con los servicios de inteligencia de las juntas intactos, con la entera estructura del genocidio en su lugar, firmó el decreto de enjuiciamiento a las juntas militares y también a las cúpulas de las organizaciones guerrilleras. Todos ellos tuvieron la posibilidad de defenderse. La Justicia, con enorme rapidez, pese a que apenas hacía horas habíamos salido de la dictadura, terminó con el paradigmático Nunca Más, un ejemplo para el mundo, un caso sin precedentes.
No descolgó cuadros del Colegio Militar, no vociferó contra gente impotente, no cazó leones en el zoológico. Por eso, así lo trataron los carapintadas.
Este es el Alfonsín que yo recuerdo.
El que siempre recordaré.
Un hombre de una infinita bondad.
Un hombre que me hizo volver, a mí, y a mis seres queridos.
El hombre que fundó la democracia argentina.
El hombre al que no quisieron escuchar los actuales gobernantes, cada vez que les pidió que se bajaran de la soberbia y que aprendieran a dialogar.
Con Alfonsín o sin Alfonsín, aunque estará siempre con nosotros, ojalá que los que ahora tienen poder aprendan la lección y se bajen del caballo.
Y aprendan que un estadista es un hombre que hizo, que dijo y que dejó, lo que hizo, dijo y dejó Raúl Alfonsín.
* Publicada 1/04/09 en Perfil.
UN RECUERDO SIMPÁTICO
ALFONSÍN CON GUINZBURG
http://www.youtube.com/watch?v=1aPXWBqEge4
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