A
partir de la participación de Ricardo Alfonsín, de algunos dirigentes
Radicales y de nosotros mismos en el acto oficial de conmemoración del
treinta aniversario de la recuperación democrática, se ha abierto un
debate del cual nos gustaría participar proponiendo algunos elementos
para el análisis.
Comencemos entonces por preguntarnos qué
efectos tendría para el sistema democrático que un acto de esta
naturaleza fuese animado únicamente por un solo partido político y no
contara con la presencia de ningún representante del arco opositor.
¿Sería neutral para la convivencia de los argentinos? ¿Pasaría
inadvertido por la historia? ¿Hablaría mal solo de quienes
ocasionalmente conducen el Estado? ¿De estar vivo Raúl Alfonsín, lo
hubiese avalado? Seguramente no.
A nuestro entender, semejante ausencia
solo sería justificada por una usurpación del poder constitucional o por
un quiebre de la legalidad. Situaciones estas, que gracias a la lucha
del pueblo argentino, ya han quedado en el pasado aunque no en el
olvido.
En segundo lugar debemos resaltar que resulta por lo menos paradójico, observar como quienes le imputan al Kirchnerismo una mirada dicotómica de la realidad, a través de la lógica amigo / enemigo, hacen exactamente lo mismo pero en sentido contrario.
Negándole al adversario cualquier tipo de legitimidad y reconocimiento,
demuestran que sin darse cuenta se dejaron ganar por el sentido común
que dicen criticar.
Por otro lado se ha dicho también, que
la presencia de militantes y dirigentes radicales, podría contribuir a
blanquear la imagen del gobierno en una suerte de operativo de marketing
político, mostrándolos como portadores de un criterio de pluralidad que
en realidad no poseen. En este caso la pregunta que nos gustaría
hacerles a quienes sostienen estos argumentos, es si no les parece una
actitud mezquina y adolescente que un partido que lleva más de un siglo
comprometido con la República como la UCR, condicione su conducta por
este tipo de especulaciones. De hacerlo, caeríamos nuevamente en la contradicción de hacer lo que denunciamos, subordinar nuestra responsabilidad política al imperio de lo aparente y circunstancial.
Por último, un aspecto que merece ser
tratado con especial atención, es el que obedece a la evaluación de la
pertinencia de realizar conmemoraciones, actos o festejos en un contexto
de profundo dolor, signado por la pérdida de vidas humanas en el marco
de la crisis social que vive nuestro país. En este punto nuestra
posición coincide con lo expresado por el Comité Nacional del
Radicalismo, en tanto creemos que hubiese sido deseable se suspendan los
festivales musicales, en respeto al dolor de las familias de las
víctimas.
Pero ahora bien, lo que resulta de una
inmadurez política sorprendente, es el pedido de posponer o cancelar el
acto oficial de conmemoración del treinta aniversario de la recuperación
de la democracia, cuando a la vista de los acontecimientos de violencia
social y de ruptura de la disciplina de parte de las fuerzas de
seguridad provinciales, se hacía más necesario que nunca.
Los argentinos necesitábamos un acto de memoria y reflexión colectiva representado en el conjunto de las fuerzas políticas,
que nos permita reafirmar nuestro compromiso con la vida y con la paz
como sociedad. La fecha lo demandaba y el momento lo exigía.
Así creemos lo hubiese entendido
Alfonsín, sin medir costos políticos coyunturales ni posibles
controversias mediáticas marginales, pensando seguramente, que de esa
forma podría contribuir a evitarle al ciudadano común la intranquilidad y
la zozobra de ver a su dirigencia inmersa en un juego perverso de
egoísmo, en momentos donde solo cabe esperar la unidad nacional.
Los Irrompibles fuimos invitados por ser
un grupo de jóvenes militantes radicales que teníamos un vínculo con
Raúl Alfonsín (sellado con el aguante de 40 noches frente al Hospital
Italiano en 1999, ratificado durante la ola de escraches anti-políticos
del 2002, y sostenida con horas de discusión política fuerte y sincera).
Fuimos en condiciones adversas a plantar las banderas radicales,
sin retroceder ni un milímetro nuestra propia identidad de opositores, –
y tenemos que reconocer, que más allá de la disputa simbólica de los
cantos ,se nos respetó en ese sentido -.
Nosotros por nuestra parte, cumplimos con nuestras convicciones y con Raúl Alfonsín.
LOS IRROMPIBLES
Somos la vida, somos la paz, somos el juicio a la junta militar.
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