miércoles, 23 de septiembre de 2009

NOBLEZA DE UN NOBEL, BERNARDO HOUSSAY.

*En foto superior Bernardo Houssay junto a su discípulo y también Premio Nobel Luis F. Leloir.

Hace más de 100 años, un 10 de abril de 1887, nació Bernardo Alberto Houssay en Buenos Aires.
Su padre y su madre, como muchos otros millones en América y en la República Argentina, habían emigrado desde Europa. Por ello, como la mayoría de los habitantes de aquella ciudad en esos años, su lengua materna no fue la castellana sino, en su caso, la francesa.
Tampoco en la ciudad-puerto, exportadora de productos naturales e importadora de artículos industriales, se hablaba demasiado de ciencia.
Apenas unos pocos de sus habitantes estaban informados de la ciencia médica que en esos momentos surgía en Francia y Alemania. Las otras ciencias eran tan extrañas como los alemanes que componían la Academia de Ciencias de Córdoba, fundada por voluntad de Sarmiento en 1869.
En esas ciudades mercantiles y leguleyas sólo unos pocos creían que americanizar la inteligencia europea era una empresa tan importante y urgente como lo había sido la independencia política de sus pueblos o lo era el desarrollo económico de los recursos naturales de sus territorios.
Bernardo Alberto Houssay, al sentir vivamente aquella exigencia y realizarla, confirió a la sociedad argentina ese nuevo carácter.
Niño aún, sorprendía a los padres manifestándoles que, cuando fuera grande, sería misionero y, a los pocos días, advertido de los riesgos que correría, que sería ingeniero. Con el tiempo sería, ciertamente, un misionero de la ciencia, un "misionero entre gentiles" (Houssay, 1940).
Cuando Bernardo estuvo en condiciones de elegir una profesión, luego de concluir precozmente los estudios primarios y secundarios, el padre sugirió que se dedicase al comercio, pues los reveses de la fortuna lo habían dejado sin recursos para solventarle una carrera universitaria.
El joven respondió que trabajaría para hacerlo por sí mismo y, en marzo de 1901, aún no cumplidos los 14 años, ingresó a la Escuela de Farmacia de la Facultad de Ciencias Médicas.
Con la recomendación del padre, el Hospital Francés lo empleó como aprendiz de farmacia -casa, comida y 10 pesos de sueldo- y con un préstamo de su madrina de Francia pagó los derechos universitarios.
A fines de 1901, rindió brillantemente los exámenes del primer año de Farmacia y, con esos antecedentes, ganó un puesto de practicante de farmacia en el Hospital de Clínicas con 50 pesos de sueldo.
En 1904, se graduó de farmacéutico, el mejor de su curso, e inició la carrera de medicina.
Cierto día de 1908, practicante menor de medicina en ese mismo Hospital de Clínicas, asistió a un paciente que padecía acromegalia (hipertrofia no congénita de las extremidades inferiores y superiores). Se sabía también que la glándula hipófisis estaba afectada por un tumor (Marie, 1886; Minkowski, 1887).
Fue entonces que, ya inclinada su vocación por la fisiología tras la lectura de la obra del fisiólogo francés Claude Bernard, dejó de lado otro tema cuidadosamente anotado y decidió investigar la función de esa glándula (Barrios Medina y Paladini, 453).
A ese fin se adiestró, en esforzado y solitario aprendizaje por medio de la bibliografía, en las técnicas disponibles: la quirúrgica (extirpación o injerto de la glándula) y la biológica (acción in vivo de extractos de la glándula) para luego, utilizando técnicas químicas, aislar el principio activo producido por la glándula.
Houssay retomaba el camino que había conducido al aislamiento de la secreción de las glándulas suprarrenales: la adrenalina (Aldrich, 1901).
Obtuvo los primeros resultados extirpando la hipófisis en la rana y, tras inicios inciertos, logró dominar esta técnica: las ranas sobrevivían a la operación. A continuación, Houssay investigó la acción de los extractos del lóbulo posterior de la hipófisis preparados por él mismo y comprobó los resultados de los fisiólogos ingleses George Oliver y Edward Albert Schafer: el principio activo de esos extractos era afín, pero no idéntico, a la adrenalina. En marzo de 1911, Houssay logró aislar lo que creyó el principio activo del lóbulo posterior de la hipófisis de lo que debió, posteriormente, desengañarse.
Houssay desarrolló estas investigaciones paralelamente a los estudios de medicina que concluyó, en 1911, con la tesis "Estudios sobre la acción de los extractos hipofisiarios. Ensayos sobre la fisiología del lóbulo posterior de la hipófisis" a la que se otorgó el Premio Facultad de Ciencias Médicas.
Luego de graduado, Houssay ejerció la profesión con singular éxito pues, muy solicitado por los colegas, aplicó los extractos hipofisarios a diversas patologías.
Desde 1910, era, además, profesor universitario, encargado del Curso de Fisiología en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, al cual había sido llamado por el decano Pedro Narciso Arata (1849-1922), quien lo estimaba mucho desde los exámenes en la Escuela de Farmacia.
Resistido en un comienzo por los alumnos, quienes desconfiaban del precoz profesor que apenas los superaba en edad, los ganó con la didáctica basada en la práctica experimental y en la observación cuidadosa (Barrios Medina y Paladini, 577).
En 1912, Houssay obtuvo la cátedra tras un concurso al que se habían inscripto treinta y dos candidatos entre argentinos y extranjeros.
En la Facultad de Agronomía y Veterinaria, nuevamente en solitario aprendizaje, procuró comprobar los resultados de la extirpación de la hipófisis en animales superiores. Tras fracasar con la inyección de sueros citotóxicos y la irradiación con rayos X, retomó las técnicas quirúrgicas del cirujano William Harvey Cushing (1869-1939) con las cuales, hacia 1916, comprobó los trastornos causados por la extirpación de la hipófisis en el crecimiento de los cachorros.
En esa facultad formó los primeros discípulos. Uno de ellos, Enrique Hug (1896-1987), recordó estos intentos: "Lo veía actuar, más que con obstinación, con empecinamiento frente a las dificultades. Habia planeado un experimento para demostrar la acción de la hipófisis sobre el crecimiento. Consiguió para ello una linda camada de cachorros de raza, galgos, todos igualitos para poder comparar los resultados. Me imagino que debía haberlos pagado de su propio pecunio, pues la subvención de que se disponía no era nada cuantiosa. Les extirpó la hipófisis a algunos de ellos y yo oficiaba de ayudante. A pesar de la destreza del cirujano en lo cual sobresalía, y del cuidado postoperatorio, la mortalidad era elevada, pues se ignoraba entonces que ésta se debía a la supresión brusca de la corticotrofina, hormona de la cual ni se tenía idea de que existiera. Sin embargo, varios operados sobrevivieron lo suficiente para infectarse luego con el virus de la enfermedad de los cachorros y terminaron por morir. Nunca le oí una queja ni señal de amargura. Tampoco se conocía entonces vacuna contra esa infección. Nueva tentativa y segundo fracaso. No recuerdo si fue a la tercera o cuarta tentativa, después de desinfectar bien las jaulas y aislar los animales, en que consiguió el fin buscado". (Hug, 148-149)
En 1915, Houssay ingresó como Jefe de Sección en el Instituto Bacteriológico del Departamento Nacional de Higiene. Este organismo, había sido fundado, en 1911, para la investigación, producción y control de sueros, vacunas y medicamentos de origen bacteriano y opoterápico.
Para dirigir el flamante instituto, había sido contratado el eminente científico austríaco Rudolf Kraus (1868-1932) quien comprobó, inmediatamente, la capacidad de Houssay.
Designado al frente de la Sección Sueros, Houssay organizó la producción de sueros antiofídicos, editó de su bolsillo un folleto sobre serpientes venenosas, ideó y dispuso el envío de recipientes al interior del país para que, al devolverlos con serpientes, se entregasen a cambio ampollas de suero antiofidico, gestionó y obtuvo el flete gratuito por ferrocarril de estos envíos y la difusión por la prensa del proyecto. Además, investigó provechosamente otros problemas genuinamente nacionales: plantas venenosas y bocio endémico.
También, desde 1915, Houssay era Profesor Suplente de Fisiología en la Facultad de Ciencias Médicas.
En 1917, Houssay sintió que la investigación y la producción en el Instituto Bacteriológico, la investigación y la docencia en las facultades de Agronomía y Veterinaria y de Ciencias Médicas, y el ejercicio de la clínica en el Hospital Alvear y privadamente, eran incompatibles. Renunció, entonces, al ejercicio de la profesión: "Me entusiasmaban la clínica y la fisiología pero como quise concentrarme a una sola actividad, elegí la fisiología porque creí que así sería más útil a mi país y cumpliría mejor mi vocación en el campo de las Ciencias Naturales" (Barrios Medina y Paladini, 561).
En 1919, luego del fallecimiento del profesor Horacio Gregorio Piñero (1870-1919) ganó el concurso de la cátedra de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas. (Vacarezza, 1981).
El Consejo Directivo de la Facultad aprobó, entonces, el proyecto del consejero y decano Alfredo Lanari (1869-1930), de creación del Instituto de Fisiología que integraba las cátedras de Química Biológica y Física Biológica bajo la dirección del profesor de Fisiología para quien estableció la dedicación exclusiva.
Muy pocas personas advirtieron la importancia de este suceso. Sólo una de ellas, el científico Rudolf Kraus, lo manifestó claramente, calificándolo de "acontecimiento memorable en la evolución de la medicina teórica argentina". (Kraus, 191).
El año de 1920 fue también memorable para Houssay pues, en diciembre, contrajo matrimonio con la química María Angélica Catán (1896-1962) a quien había conocido en el Instituto Bacteriológico donde ella hacía su tesis doctoral sobre ponzoñas de serpientes y Houssay, como jefe de esa sección, se las proveía.
Así comenzó la relación con quien, luego de casada, dejó la profesión para convertirse dentro del hogar en la primera y más fiel colaboradora científica y la madre de los tres hijos: "Al dedicarme a la ciencia debía elegir entre una probable situación pecuniaria holgada y una labor científica. Elegí lo mejor, lo que vale más que el dinero, con lo que salí ganando. Cierto es que conocí momentos de estrechez económica, pero en todo caso quien se sacrificó fue mi esposa, pues yo hallaba recompensas con creces en la posibilidad de trabajar. Ella no sólo aceptó la modestia económica sino que me ha ayudado constantemente en mis trabajos, con competencia y sin exteriorización alguna" (Barrios Medina y Paladini, 562).
Una de las dificultades inmediatas que Houssay debió encarar al dirigir el flamante Instituto de Fisiología fue la formación del personal. Resolvió esta dificultad seleccionando y formando rigurosamente a los ayudantes y jefes de trabajos prácticos entre quienes, comprobada la vocación y capacidad científica, surgirían los colaboradores permanentes.
Ya formados algunos de estos colaboradores, Houssay constituyó una comisión de alumnos, la "Comisión Especial", a quienes enseñó como hubiera querido hacer con todos los alumnos: "Houssay tenía capacidad para investigar y para enseñar. La docencia le llevaba una buena parte de su tiempo y todos recordamos la minuciosidad de sus clases con los resúmenes escritos con tiza en los distintos pizarrones del aula presidida por la 'Méditation sur la Mort' de Le Roy. Aparte de cumplir con todos los requisitos de la docencia a los alumnos, la vigilancia de los docentes auxiliares, la dirección de las tesis, Houssay, acompañado de Lewis, tomaba a su cargo la enseñanza de la fisiología a un pequeño número de alumnos -15- que deseaban hacer un estudio más intenso. Esto a ambos les llevaba un buen tiempo, pero nunca los vimos apurados o impacientes ante las preguntas, a veces muy inteligentes, de los alumnos que aprendían fisiología haciendo experimentos y adiestrando sus manos" (Lanari, 1981,154-155).
Otra dificultad que Houssay enfrentó y resolvió, fue la discusión y difusión internacional de las investigaciones realizadas en el Instituto. A ese fin, en 1919, Houssay fundó la Sociedad Argentina de Biología, filial de la Société de Biologie de París, de la que fue el primer presidente. Su inclaudicable presidencia y la publicación de las investigaciones del Instituto de Fisiología en los Comptes Rendus de esa Sociedad, publicados en Francia, aseguraron ambos aspectos.
Años después, el estrecho colaborador y amigo, el químico Alfredo Sordelli (1891-1967) recordó esos inicios: "Podemos imaginar que si temió por su nueva hija espiritual nadie lo supo. Su optimismo glacial es siempre más fuerte". (Sordelli, 1934, 99)
Cuando Houssay, en 1923, ganó el Premio Nacional de Ciencias expuso la moral de trabajo que era la base de ese optimismo glacial: "Un grave enemigo de la ciencia y de la verdad es el patrioterismo, que quiere hacernos creer que hemos llegado al summum y nada más nos falta alcanzar, que lo hecho aquí es y debe aceptarse sin crítica como lo mejor del mundo, por ser del país. Es igualmente antipatriótico el rehusar méritos a todo lo que aquí se haga y creer que un hombre de ciencia sólo vale si se lo trae de allende el mar o el Ecuador. El verdadero patriotismo está en trabajar correctamente y someter su resultado a la discusión mundial, lo que mostrará la importancia real de nuestros estudios; está también en enseñar el método y estimular el amor a la ciencia a los que nos rodean; en no temer el sacrificar las horas y posponer sus estudios para que se formen los discípulos; en estimular la crítica, en exigir el respeto y la ayuda para los que valen; en luchar por corregir lo malo o deficiente. Lo patriótico es crear un buen ambiente científico local, serio, donde se estudien los problemas objetivos que son de todos los continentes y con mucha atención los propios de nuestro país" (Barrios Medina y Paladini, 556 y 557).
Ese mismo año de 1923 Sordelli, encarecido por Houssay, produjo insulina en el Instituto Bacteriológico, retomando las técnicas publicadas, apenas un año antes, por Banting, Best, Collip y otros investigadores (Barrios Medina, 1985).
Inmediatamente, Houssay constituyó un equipo de trabajo para investigar la acción de esa hormona. Entre otros resultados, halló que los perros a los que se había extirpado la hipófisis (hipofisoprivos) tenían reacciones hipoglucémicas muy acentuadas luego de la inyección de pequeñas cantidades de insulina.
Este hecho inesperado lo decidió a intentar en el perro la doble extirpación de la hipófisis y el páncreas y comprobó, con profunda sorpresa, que los perros que carecían de páncreas y de hipófisis no se tornaban diabéticos. El descubrimiento de este sorprendente hecho acaeció en 1929 (Houssay y Biasotti, 1930).
Houssay había descubierto que la diabetes pancreática no se producía en los perros hipofisoprivos (Houssay's dogs). Tampoco se producía en los sapos en los cuales, dada la conformación histológica de la glándula, era posible extirpar por separado el lóbulo glandular, equivalente a la parte anterior de la hipófisis de los mamíferos. La diabetes reaparecía, sin embargo, con el injerto de lóbulos glandulares. Finalmente, Houssay realizó con éxito otra contraprueba: la inyección de extractos de la parte anterior de la hipófisis provocaba hiperglucemia.
De este modo, con Houssay culminó la línea de investigación iniciada casi un siglo antes -la acción glucogénica del hígado (Bernard, 1848), la pancreatectomía provoca diabetes (Minkowski, 1887), la lesión de los islotes de Langerhans está asociada a la diabetes (Opie, 1901), el aislamiento de la secreción de los islotes de Langerhans en el páncreas, la insulina (Banting y Best, 1922)- cuando demostró que la extirpación de la hipófisis en los animales de experimentación desprovistos de páncreas, y por tanto diabéticos, disminuía la glucosa en la sangre y que la inyección prolongada del extracto del lóbulo anterior de la hipófisis provocaba hiperglucemia en animales normales (diabetes hipofisaria) o diabetes permanente (diabetes metahipofisaria) por el daño de las células beta en los islotes de Langerhans (Barrios Medina y Paladini, 158-169).
Houssay suscitó además, y dirigió, muchas otras investigaciones.
Una de las más importantes está asociada al temprano discípulo Juan Guglielmetti (1891-1922), fallecido de hipertensión maligna cuando iniciaba una brillante carrera científica.
Hacia fines de la década de 1920 y principios de la de 1930, Houssay había intentado con algunos de sus discípulos provocar hipertensión permanente en perros. Pero todos esos intentos habían fracasado.
En 1938, constituyó un equipo de trabajo con Eduardo Braun Menéndez (1903-1959), Luis Federico Leloir (1902-1987), Juan Mauricio Muñoz, Alberto Carlos Taquini y Juan Carlos Fasciolo, para investigar la hipertensión arterial permanente causada por el riñón (nefrógena). El último de estos colaboradores recuerda: "La primera labor que me encomendó, fue que desarrollara una técnica para provocar hipertensión arterial renal. Aunque entonces no me pareció una exigencia excesiva, creo que fue mucho pedir a un principiante. Muchos investigadores experimentados habían anteriormente fracasado en sus tentativas de producir hipertensión arterial persistente en diversas especies. Estas exigencias formaban parte de la técnica que el doctor Houssay empleaba para seleccionar a sus colaboradores. Inicialmente solía asignarles una labor de difícil realización y los dejaba librados a su propio esfuerzo. Muchos se cansaban y abandonaban su proyecto, ante dificultades que parecían difíciles de superar. Otros, en cambio, persistían a pesar de todo. Si esto ocurría, el doctor Houssay sacaba la conclusión de que estaban realmente interesados, que tenían constancia y merecían su apoyo. Su experiencia le había enseñado que se pierde mucho tiempo en orientar y ayudar a personas que sólo tienen un entusiasmo pasajero y que abandonaban sus proyectos al poco de iniciarlos" (Fasciolo, 139).
En 1939, utilizando la técnica de Goldblatt (pinzamiento de las arterias renales, 1934) el equipo formado por Houssay probó que la secreción del riñón (renina) actuaba sobre el plasma sanguíneo produciendo la sustancia (hipertensina, luego llamada angiotensina) que provocaba esa patología. (Barrios Medina y Paladini, 170-174)
Durante esos años, algunos de los discípulos fueron llamados a ocupar cátedras en el interior del país: de Fisiología, en Rosario, Juan Treharne Lewis (1898-1976); en Córdoba, Oscar Orías (1905-1955), de Farmacología, en Rosario, Enrique Hug (1896-1987).
Pero Houssay, del mismo modo que para la Argentina, ansiaba y promovía el desarrollo científico de la patria latinoamericana: "Una de mis preocupaciones intensas fue siempre la cooperación con los hombres de ciencia sudamericanos. Nuestro contacto estrecho es indispensable porque el progreso de un país es un estímulo para los otros. La reputación y el porvenir de cada uno depende en mucho del esfuerzo solidario de todos. Debemos rnirar los adelantos y las glorias de cada nación hermana como si fueran propios, desear su progreso y ayudarlo como si fuera el nuestro" (Barrios Medina y Paladini, 566).
Por eso fueron aceptados con el mismo interés, y recibieron enseñanza con el mismo celo, los brasileños, colombianos, chilenos, bolivianos, uruguayos, ecuatorianos, paraguayos y peruanos que arribaron al Instituto. También con ese espíritu fueron aceptados norteamericanos y europeos.
Esa circunstancia cumplió ampliamente lo que había afirmado uno de sus discípulos: "Me doy el lujo de hacer un pronóstico. Que llegará a ser un Centro muy importante de producción científica hasta constituir no sólo una escuela para nosotros, sino para todos los sudamericanos, que se economizarán el viaje a Europa, e irán a Buenos Aires a aprender Fisiología" (Rubio, 1927).
En 1940, veinte años después de la fundación, el Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires era un centro, mundialmente prestigioso, de investigación y formación de excelencia. El reconocimiento de este hecho fue claramente expresado por el fisiólogo norteamericano Anton Julius Carlson (1875-1956): "Houssay puso a la Argentina en el mapa de la fisiología" (Foglia, 1981, 35).
Los esfuerzos de Houssay, con todo, no se limitaron al propio Instituto y a la propia ciencia.
En agosto de 1933, el senador nacional Carlos Serrey expresó en la Cámara que en el país no había gente dedicada a la ciencia y desoyó la desmentida de Houssay. Ante ese hecho, el periodista y cronista parlamentario Carlos Alberto Silva (1895-1958) reunió a un destacado grupo de científicos, entre ellos al mismo Houssay, para constituir una Asociación para "el mejoramiento de la investigación científica en la República Argentina, acrecentamiento y expansión de los centros existentes y la creación de ambiente propicio para tan altas disciplinas" (Archivo de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, 1933).
En diciembre de 1933, esos científicos fundaron la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y eligieron presidente a Houssay, quien lideró un grupo dinámico e inteligente que difundió por la prensa los objetivos de la Asociación, hizo una encuesta del estado en que se hallaban las ciencias y los institutos científicos del país, promovió la coordinación de las bibliotecas y obtuvo que las empresas farmacéuticas donasen becas. En 1936, la Asociación consiguió que el Congreso de la Nación sancionase la Ley N° 12.338 que le asignó el fondo permanente de un millón de pesos en títulos de la deuda pública. La renta de estos títulos financió el otorgamiento de subsidios y becas internas y externas para la formación de investigadores de todas las disciplinas científicas.
Puesto que el desenvolvimiento de los becarios externos debía controlarse, Houssay tomó, con celo misionero, la tarea de mantener correspondencia con ellos. Una y otra vez escribirá: "Sé por experiencia que el que llega a tierra extraña tiene ansias de recibir noticias de su país, por eso me apresuro a anticiparle esta carta pues espero que le agradaría recibirla. Cuando un becario llega a un país extranjero, experimenta sensaciones opuestas: por una parte queda algo anonadado por las cosas nuevas y grandiosas que se le presentan y esto puede despertar un sentimiento de inferioridad que le es desfavorable, por otro lado, sólo advierte al principio todo lo defectuoso o malo que hay, o inferior a lo que se esperaba, siendo frecuente que se exageren los defectos. Lo habitual es que el becario comience con demasiado pesimismo y acabe con demasiado optimismo, no faltando casos en que comete el error de despreciar a su país y a su ambiente al término de su estada. El becario debe recordar que es el fruto de su tierra, que forma parte de ella y que está obligado a retribuirle toda la ayuda y formación que recibió. Por ello debe trabajar con ahinco y sin jactancia, pues lo apreciarán por lo que haga y no por lo que se alabe. Debe tratar de aprender bien algunas cosas y pensar siempre cómo hará para aplicarlas a su vuelta. Las instituciones mandan a los becarios no sólo para el adelanto personal sino para que contribuyan al adelanto de su país, de su Facultad y de la docencia e investigación. Espero que medite y se compenetre bien de estos consejos, fruto de larga experiencia, pues en ellos encontrará orientación y confortación" (Barrios Medina y Paladini, 301).
La década de 1930, en la cual se fundaron la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y, posteriormente, la Comisión Nacional de Cultura, fue un período de entente cordiale entre el poder político y la intelligentzia universitaria argentina.
Houssay fue, además, distinguido con el personal aprecio del presidente Agustín Pedro Justo (1876-1943) quien allanó las dificultades surgidas de la vida universitaria: un serio intento de demolición del edificio del Instituto de Fisiología por el decano José Arce (1881-1968); un fallo desdichado del jurado para cubrir la cátedra de Farmacología de Rosario, que afectaba a su discípulo Hug. La misma Ley N° 12.338 fue propulsada con personal interés por ese presidente en homenaje a Houssay.
Esa década fue, también, de pleno reconocimiento internacional: miembro correspondiente de la Association Endocrinologique Russe en 1930, miembro honorario de la Physiological Society y Doctor Honoris Causa de la Universidad de París en 1935.
En 1936, fue electo académico de la reorganizada Academia Pontificia de Ciencias junto a Emil Abderhalden, Niels Bohr, Guglielmo Marconi, Robert Millikan, Thomas H. Morgan y Max Planck.
Ese mismo año, la Universidad de Harvard, conmemorando el tercer centenario, le otorgó el doctorado Honoris Causa junto a otros muchos científicos, entre ellos, Edgard Douglas Adrian, Arthur Compton, Arthur Stanley Eddington, Hans Kelsen, Karl Landsteiner, Bronislaw Malinowski, Jean Piaget y Rudolf Carnap.
Este acontecimiento asoció la figura de Houssay al ascenso de la ciencia anglosajona, pues, como Houssay mismo advirtió, en 1938, en el Congreso Internacional de Fisiología reunido en Ginebra, se requería saber inglés para conocer y hacer conocer los resultados científicos.
En 1939, la decada de 1930 cerró con su designación como miembro honorario de la Société d'Endocrinologie cuyo presidente honorario era Pierre Marie.
También las universidades y academias iberoamericanas reconocieron a Houssay pues tanto las de Uruguay y Colombia como las de Brasil y Chile lo honraron como doctor y miembro honorario. Pero ninguno de estos honores lo libró de la envidia y, al recibirlos, solía decir: "Ahora aumentará el número de mis enemigos" (Foglia, 1981, 83).
El 4 de junio de 1943 las fuerzas armadas derrocaron a un gobierno impopular que procuraba continuar instrumentando el fraude electoral para su candidato.
La aparente unidad del gobierno militar dejó pronto traslucir las tensiones que provocaban en las fuerzas armadas los alineamientos ideológicos o los compromisos materiales con unas u otras de las potencias que combatían en la llamada Segunda Guerra Mundial.
Houssay disfrutó, en un primer momento, de cordial interés: el militar ministro de Educación asistió a la conferencia que dio sobre la crisis universitaria y le prometió una entrevista para organizar un Consejo de Educación. Pero la renuncia de este ministro, en octubre, mostró la intensa pugna por el gobierno entre quienes se consideraban aliadófilos y germanófilos. .
La intelectualidad universitaria que apoyaba francamente a los aliados, que deseaba un gobierno civil y que se había desencantado prontamente de los interventores universitarios se sumó a esta situación.
En octubre de 1943, un numeroso grupo de destacados ciudadanos reclamó la adhesión de la opinión pública a los principios de "democracia efectiva por medio de la fiel aplicación de todas las prescripciones de la Constitución Nacional y solidaridad americana por el leal cumplimiento de los compromisos internacionales firmados por los representantes del país. La Argentina no puede ni debe vivir al margen de su Constitución y aislada o alejada de los pueblos hermanos de América y de los que en el mundo luchan por la democracia" (Barrios Medina y Paladini, 608-609).
El gobierno respondió dejando cesantes en los cargos oficiales a quienes habían firmado esa declaración. Muchos docentes universitarios corrieron esa suerte y, entre ellos, Houssay y sus discípulos Oscar Orías y Juan Lewis, titulares de las cátedras de Fisiología en Córdoba y Rosario.
La reacción del gobierno militar causó profundo desconcierto en la sociedad y, especialmente, en el Instituto de Fisiología y convirtió a Houssay, sin que éste se lo propusiera, y quizás a su pesar, en una figura política partidaria: "Estuve presente cuando el doctor Houssay dictó su última clase magistral. El anfiteatro de la vieja escuela de Medicina estaba repleto de estudiantes, profesores y amigos que deseaban testimoniarle su adhesión. Había también grupos adictos al gobierno militar y policías sin uniforme. En un ambiente tenso, algo pálido y nervioso, el doctor dictó su clase magistral, como lo hacía habitualmente. No pudo sin embargo dejar de hacer una clara alusión política cuando al mencionarla regulación nerviosa dijo que: 'Cuando la cabeza anda mal, todo anda mal´, lo que fue recibido con una sostenida salva de aplausos" (Fasciolo, 1981,43).
No había perdido pues la entereza. Así lo manifestaban las palabras que hizo circular y que, como su credo personal, presidieron desde ese momento su mesa de trabajo:
Y, asimismo, en la carta que envió a Walter Bradford Cannon (1871-1945), el colega y amigo de Harvard: fue escrita en inglés, aquí su traducción "Es mi intención proseguir aquí mi trabajo en fisiología. Sólo en el caso de que esto resultara imposible iría a países extranjeros, de los que he recibido gran cantidad de invitaciones. El plan de toda mi vida ha sido trabajar duro en la investigación científica para crear un círculo científico de la más alta calidad científica y moral en nuestro país, y no pienso modificar esta linea de conducta a menos que mi situación fuera tal que no pudiera encontrar recursos para sobrevivir y trabajar". (Houssay, 1943b).
A ese fin escribió al discípulo Orías: "Pienso que convendría orientar las actividades en dos caminos: por una parte pienso redactar rápidamente un libro de texto para ayudar a los jóvenes. Por otra parte, pienso buscar recursos para trabajar en la investigación científica" (Houssay, 1943).
Houssay cumplió, puntualmente, ambos propósitos.
En marzo de 1944, reanudó las investigaciones en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, una residencia sumariamente reacondicionada y equipada del barrio de Palermo:"Estamos trabajando en un pequeño laboratorio privado, en investigación científica y sin provechos materiales de ninguna clase. Los recursos son escasos de aparatos, drogas, animales y bibliografía. Había donado mi biblioteca al Instituto de Fisiología y el muy meloso discípulo mío que quedó a cargo de la cátedra me opone dificultades para su uso. Apenas necesito decirle que no es fisiólogo sino gastroenterólogo de tipo común. Mis colaboradores son E. Braun Menéndez, V. Foglia, J. T. Lewis y O. Orías, es decir los mejores fisiólogos que hay en la Argentina" (Houssay, 1944).
En esta emergencia lo sostuvieron, además, los colegas norteamericanos, quienes constituyeron un fondo para la compra de revistas y libros y donaron aparatos y drogas.
Al año siguiente de la apertura del Instituto de Biología y Medicina Experimental, en junio de 1945, cumplió el segundo propósito al publicar "Fisiología Humana" redactada en colaboración con Lewis, Orías, Braun Menéndez, Hug, Leloir y Foglia.
En ese momento, Houssay dirigía, nuevamente, el Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas al que había retornado luego de que fuese declarada ilegal la cesantía de octubre de 1943. En la tensa circunstancia de 1945, Houssay militó en la Junta de Coordinación Democrática oponiéndose, infructuosarnente, a la ascendente estrella de Juan Domingo Perón (1895-1974): "Entre los militares hubo un movimiento para suprimir a Perón. Consideraban que el gobierno no debía emplear todos sus recursos para imponer su candidatura. Ese nuevo gobierno me invitó a ser Ministro de Justicia e Instrucción Pública, diciendo que buscaban elecciones libres y sin presión del Gobierno. Me negué mientras siguiera la dictadura militar, es decir Farrell y otros. En los días siguientes, las reparticiones públicas, Secretaría de Trabajo y Previsión y la Policía y matones pagos interrumpieron el trabajo y provocaron una huelga de trabajadores, 60.000 personas de lo más rotoso y vagabundo que existe, las cuales cometieron excesos en todas las ciudades, protegidos por la Policía. Se volvió al gobierno anterior y sigue la dictadura y la máquina de Perón" (Houssay, 1945).
En febrero de 1946, Perón ganó, ajustadamente, las elecciones nacionales. En agosto, el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el Decreto N° 7.966, que dejaba sin efecto la disposición de los estatutos de las universidades nacionales que fijaban un límite de edad a los profesores titulares para continuar en el ejercicio de la cátedra. En septiembre, el Delegado Interventor de la Facultad de Medicina dispuso, de oficio, la jubilación de Houssay.
Houssay retornó al Instituto de Biología y Medicina Experimental.
Nuevamente su ejemplo había fructificado. En la casa vecina fue instalado por la Fundación Campomar, en las mismas precarias condiciones y dirigido por Leloir, el Instituto de Investigaciones Bioquímicas y, en Córdoba, dirigido por Orías, el Instituto de Investigaciones Médicas "Mercedes y Martín Ferreyra". A fines de 1948, se fundó en Rosario, dirigido por Lewis, el Instituto de Investigaciones Médicas.
Durante ese lapso, Houssay recibió numerosos reconocimientos: la Banting Medal y el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. Recibió esta distinción en 1947, poco meses antes que el Instituto Carolino Médico Quirúrgico de Estocolmo comunicase que le había otorgado el Premio Nobel de Medicina y Fisiología por el descubrimiento de que la anterohipófisis regulaba no sólo el crecimiento sino también el metabolismo de los hidratos de carbono. El premio fue compartido con los esposos Carl Ferdinand Cori (1896-1984) y Gerty Theresa Radnitz (1896-1957) por los descubrimientos acerca del metabolismo de la glucosa.
La noticia provocó gran júbilo entre los colaboradores y amigos: "Pero Houssay se mantenía sereno, creo recordar que comentó que esa distinción le había tomado ya demasiado viejo y que de lo contrario podía haber realizado más obra" (Leloir, 1981, 166).
La noticia fue recibida con cuidadoso silencio por el gobierno del país. Pero el desdén nunca afectó la voluntad de trabajo de Houssay: ,"El trabajo no sólo era su pasión sino su diversión. Solía repetir: 'El trabajo es la diversión más barata'. Recuerdo que en oportunidad de una visita suya a Mendoza encontró a un ex colaborador suyo a quien preguntó, como lo hacía habitualmente, en qué tema estaba trabajando. La respuesta fue, que mientras estuviera Perón no trabajaba, a lo que replicó el doctor Houssay: 'Con Perón, sin Perón y a pesar de Perón hay que trabajar siempre'. Ese era su credo al que hizo honor toda su vida" (Fasciolo, 1981, 140).
Sólo después del derrocamiento militar del gobierno de Perón, en setiembre de 1955, Houssay pudo regresar a la universidad para enseñar e investigar: "Debí hacerme cargo del Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Lo encontré en un estado de inactividad, desorganización y corrupción imposibles de imaginar. Por ahora y por cierto tiempo sólo es posible realizar investigaciones científicas en el Instituto de Biología y Medicina Experimental aunque es pequeño. Tenemos una tarea gigantesca que cumplir, pero nuestro deber es emprenderla con el máximo de nuestras fuerzas" (Houssay, 1955).
En abril de 1958, al retirarse de la docencia universitaria, Houssay cedió esas tareas a los discípulos Braun Menéndez y Foglia. Ese mismo año, inició la obra que coronaría sus esfuerzos por la institucionalización de la ciencia en la Argentina, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que, creado en febrero de 1958 y bajo su presidencia, había concedido, en marzo, las primeras becas internas.
Esos años fueron de explosión científica: se crearon el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), y se reorganizó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Estos años plantearon, también, nuevas exigencias sociales para los investigadores y los profesores a las que Houssay respondió, solamente, con su vocación por la ciencia.
En la apertura de los cursos de la Universidad de Buenos Aires, en abril de 1961, el consejero estudiantil Bernardo Kleiner propuso como modelo de egresado al médico Ernesto Guevara (1928-1967), el Che Guevara, por unir la ciencia del médico a la acción social (Kleiner, 1968, 210-211).
A esa exigencia, Houssay respondió: "Eliminar la intromisión política (partidos nacionales o internacionales) en la Universidad. Como ciudadanos los profesores o alumnos tienen el derecho de intervenir en política, pero fuera del recinto universitario. Las orientaciones y el gobierno universitario son responsabilidades que corresponden a los profesores" (Barrios Medina y Paladini, 264)
Houssay fue tildado de reaccionario cuando, en realidad, manifestaba su amarga experiencia política y el firme vínculo con quienes lo habían ayudado en circunstancias difíciles, esto es, las tradiciones anglosajonas de libertad, democracia y vida universitaria.
En junio de 1966, fue depuesto el presidente civil constitucional y asumió el poder un presidente militar.
Las universidades fueron intervenidas y, en julio de 1966, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales fue agraviada por la brutal intrusión de la policía.
La comunidad universitaria exigió a Houssay que enfrentase, manifiestamente, esta política. No lo hizo y continuó ejerciendo la presidencia del CONICET. Probablemente, temió por la suerte de este hijo de la vejez en otras manos que no fuesen las suyas.
Pero, en tanto funcionario, expresó, al presidente militar, la reprobación por esos sucesos, y el directorio del CONICET, del cual era el presidente, declaró, con firme moderación, que debían repudiarse. También procuró reubicar a los científicos renunciantes y preservarlos de otras agresiones (Barrios Medina y Paladini, 266-267).
El gobierno militar, por su parte, procuró limitar la preeminencia institucional de Houssay, y creó el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONACYT) y la Comisión Nacional de Estudios Geoheliofísicos.
Llegaron, finalmente, los años de declinación física que no quebraron su voluntad de trabajo para una tarea que consideraba inacabada: "Tal vez se quedó demasiado".
Porque, quizás, se había quedado solo pues los discípulos que sentía como los sucesores -Orías, Braun Menéndez- habían fallecido prematuramente.
En 1970, ya semipostrado, recibió, con gran alegría, la noticia de que habían conferido el premio Nobel a su discípulo Luis Federico Leloir (1906-1987).
Fue la última, pues falleció el 21 de setiembre de 1971.
"Con una laboriosidad, disciplina y generosidad ejemplares, aún en los períodos más amargos de su vida, Houssay sembró Argentina y América de discípulos a los que les enseñó a respetar los hechos, a buscar la verdad y a sentir el contenido humano de esa aparente fría disciplina que es la investigación científica. Los que les seguimos durante años, en las buenas y en las malas, en el acuerdo y en el desacuerdo, quisiéramos que se le recordara siempre como fue; que quedase viviente su personalidad con sus grandezas y, también, con sus pequeñas y humanas debilidades; que no pasase a ser una figura de bronce, un nombre de plaza, una cita en el diccionario. Tampoco un prócer argentino más" (Taquini, 1981, 175).
Mirando hacia los cien años pasados, nos damos cuenta que la obra de Bernardo Alberto Houssay legitimó a la sociedad argentina. Después de él, la Argentina no se constituyó, solamente, en pos del poder o del lucro sino ensanchando las fronteras del conocimiento.
Pero es necesario, también, darse cuenta de que esta tarea de legitimación no ha concluído. Que, en realidad, comienza con cada generación.
LINKS RECOMENDABLES:
*HOUSSAY POR HOUSSAY
*DECLARACIÓN SOBRE DEMOCRACIA EFECTIVA
Y SOLIDARIDAD LATINOAMERICANA


VIDEO "HISTORIA DE UNA VOLUNTAD"






LOS CAMINOS DE LA TOLERANCIA
por Gustavo Aramburu.


Los caminos de la tolerancia, el pluralismo y del respeto a las normas son los pivotes del progreso de las sociedades.
Las democracias modernas se fundan en estos puntos y esta es una de las falencias de la Argentina actual.
Se ve la democracia como una lucha épica entre buenos y réprobos, reedición absurda de épocas pretéritas. A pesar de la derrota electoral del 28 de junio, el oficialismo retomó la iniciativa política con una enérgica ofensiva, primero para obtener la aprobación de la ley de facultades delegadas lo que desato una nueva etapa confrontativa con el sector agropecuario.
Luego firmó un acuerdo con la AFA para la comercialización del fútbol con el dinero del Estado y por ultimo una ley de medios con media sanción de diputados. La misma es sabido, siembra muchísimas dudas en cuanto a sus objetivos reales, detrás de la mentada eliminación de monopolios y facilitar la pluralidad de la información.
La democracia es lenta en sus decisiones, remanida es la crítica de los autoritarios a sus tiempos, esto se debe a que la deliberación y el disenso es parte esencial de la misma.
Un 21 de septiembre de 1971, nos dejaba Bernardo Houssay, como sabemos unos de nuestros premios Nobel. Cuando el doctor Houssay volvió a la Argentina con el premio Nobel no hubo ninguna autoridad oficial para recibirlo. Apold, dueño de la prensa y de la censura durante el gobierno de Perón, prohibió a todos los medios que cubrieran la llegada de Houssay, este ya había sido jubilado de oficio en la Facultad de Medicina.
Es de esperar que los Apold de ayer no sean los Albistur o Rudy Ulloa de hoy.
Bernardo Houssay decia : “Tengamos ideales elevados y pensemos en alcanzar grandes cosas, porque como la vida rebaja siempre y no se logra sino una parte de lo que se ansía, soñando muy alto alcanzaremos mucho más. Para una voluntad firme, nada es imposible, no hay fácil ni difícil; fácil es lo que ya sabemos hacer, difícil, lo que aún no hemos aprendido a hacer bien”.
Ya es hora.



http://gustavo-aramburu.blogspot.com/2009/09/el-camino-de-la-tolerancia.html

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En la madrugada del día de la fecha 8 de Enero de 2009 falleció nuestro querido Luís "Bicho" León. Sus restos serán velados en el Congreso de la Nación a partir de las 15 hs. Recomiendo leer Semblanza de Luis Leon por Ing. Mario Jaraz

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" En esta pagina voy a tratar de reflejar mas de cuarenta años de militancia política al servicio de los intereses nacionales, de la sociedad, de quienes me votaron en mis sucesivos mandatos legislativos y partidarios y de la Unión Cívica Radical. Son décadas donde puse junto a muchos otros de mi generación, esfuerzo, lucha, trabajo, estudio y la pasión de un compromiso ideológico que aquí volcare en reflexiones, documentos, proyectos parlamentarios, acciones, comunicados de prensa y toda otra forma de expresar lo que ha sido el intento de mantener coherencia, un valor hoy descuidado por la política, en la defensa y promoción de principios nacionales, democráticos, progresistas, propios de la raíz filosófica del radicalismo y de su dilatada presencia histórica".LEOPOLDO MOREAU.

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