Illia, Alfonsín, legado ético

ALFONSÍN VIVO (Por Gustavo Angerame)
Ese miércoles tan triste estaba en la cola para entrar en el Congreso en la despedida del cuerpo de Raúl Alfonsín, pero no pude, no quise verlo así,me salí de la fila, preferí quedarme con la imagen del último acto en Formosa 114 cuando cerraba ese mítico comité de los Irrompibles, o cuando lo nombraron Ciudadano Ilustre en La Plata, o más acá cuando se descubrió su busto en Casa de Gobierno.
Es una pena, tal como ocurrió con Yrigoyen o Illia, los reconocimientos tardíos hacia la figura de Don Raúl, he leído y escuchado mucha gente que ahora le pide perdón por haberlo abandonado o criticado duramente en su momento y que en estos días, enhorabuena, manifiestan arrepentimiento, o redescubren los valores del Padre de la Democracia, título que el pueblo todo, no sólo los radicales, le reconoce.
No quiero vanagloriarme de tener la conciencia tranquila o no padecer tal remordimiento, simplemente este militante que escribe estas líneas quiere expresar una sensación de paz en el alma ante su partida física ya que lo defendió cuando había que defenderlo, cierto es que lo podría haber hecho aún con mayor énfasis, pero siento orgullo personal por mi lealtad hacia ese Gran Hombre, hacia nuestro Gran Demócrata, cuando soplaban vientos adversos y no por fanatismo fundamentalista, sino porque Raúl Alfonsín jamás se apartó de las ideas con que asumió la presidencia en 1983, siguió bregando por los valores republicanos, por la tolerancia en la discrepancia y la búsqueda de comunes denominadores por encima de banderías partidarias, siempre apostando a la vida y a la paz.
Su militancia, su carrera política, su tenaz lucha fue una obra poética, es una guía ejemplar, será el legado a seguir, por ello Raúl Alfonsín siempre estará vivo en cada uno de nosotros, mi humilde homenaje está en el nombre de mi humilde blog , pero el verdadero homenaje es asumir el compromiso de su testamento político y no rendirse jamás, porque es tan importante el camino como la meta, pues debemos estar absolutamente persuadidos que sólo seremos dignos legatarios de Don Raúl si la muerte nos sorprende en el intento.